En esta exposición titulada "1 + 1 = ∞”, Peter Kramer (1959, Roskilde, DK) explora una dimensión temporal única y profundamente íntima, haciéndonos entender cada obra como un fragmento de tiempo congelado en la superficie. Al adentrarnos en la Galería Manolo Eirin, experimentamos la acumulación de años de vida y trabajo del artista, un viaje que Kramer captura en cada pieza con una meticulosa dedicación y factura artesanal.
En el título de la muestra, Peter explora el potencial infinito que surge de la suma de elementos individuales a través de números, evadiendo cualquier expresión de ninguna lengua en concreto. Bebiendo de la cita taoísta de Lao Tzu: "One gives birth to two, two gives birth to three, three gives birth to everything", y de la reflexión pitagórica que dice: ”Infinito más uno sigue siendo infinito", Kramer crea obras que parecen extenderse más allá de los límites. Cada pieza es una expresión de cómo la repetición y el tiempo multiplican los significados y posibilidades, generando una sensación de expansión indeterminada.
La serie de “Volcanes” (2019 - 2021) realizada con el antiguo martillo de joyería heredado de su abuelo, sobre papeles de gran gramaje, son testimonio de este proceso. Cada relieve texturizado sobre la superficie, es el resultado de tres meses de trabajo intenso y silencioso condensado en la huella del soporte. Es en ella donde el espectador se desconcierta por la técnica utilizada al encontrarse con innumerables y obsesivos martillazos. Así representa cuatro volcanes de cuatro continentes conocidos por el artista en su alzado y vista aérea, entre los que figuran el Etna, Monte Fuji, Popocatépetl y Kilimanjaro. Al igual que las esculturas alargadas de Giacometti las obras nos remiten al aislamiento y la introspección, Peter consigue que los materiales hablen de una vulnerabilidad inherente al ser humano. Cada perforación es una declaración de intenciones, llevando la superficie pictórica a la frontera entre la destrucción del papel y la marca obtenida por el golpe. El dibujo marca la presencia física y espiritual de Kramer, consiguiendo, de alguna forma preservar el tiempo en un estado de suspensión eterno.
Walter Benjamin en su ensayo sobre el ‘aura' de la obra de arte y la idea de ‘constelación’ (“La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, 1936) puede ofrecernos una perspectiva sobre la experiencia de las obras de Peter. La manufactura artesanal, que nos acerca a sentir la presencia del artista en las obras presentadas, sugiere un aura que convoca a ser contemplada y que, en la visión de Benjamin, conserva una unicidad y profundidad imposible de reproducir, invitando al espectador a un encuentro irrepetible con las piezas.
En las obras con grafito, Kramer ofrece una segunda reflexión sobre el tiempo y el infinito. Estos dibujos, que requieren un mes de trabajo, desarrollan minuciosos patrones a partir de la figura geométrica del cuadrado sobre papel de seda y revelan un juego visual que va desde lo imperceptible a lo sobrecogedor. Desde lejos, el espectador podría percibir superficies homogéneas, sin embargo al acercarse, los dibujos cobran vida y su movimiento es interminable. Aquí, el soporte del papel actúa como un límite físico, pero el dibujo parece querer expandirse hasta el horizonte. Esta dualidad entre lo terminado y lo inconcluso simboliza también una paradoja esencial en la obra de Peter Kramer. Todas las obras que he conocido del artista hasta el momento me remiten a la idea de que cada pieza, aunque limitada por el soporte, podría continuar hasta lo indefinido, tendríamos que imaginarnos claro, que no existieran los bordes que la constriñen.
Pensadores como Roland Barthes, y su concepto de lo ‘punctum’ en “La cámara lúcida” (1980) también nos es útil para interpretar el impacto emocional que los materiales y técnicas del artista pueden provocar. En los trabajos de Kramer, el ‘punctum' podría ser el efecto del relieve sutil en el papel, el trazo de la cúrcuma o el virtuosismo en el grafito, que ‘atraviesa’ al espectador, evocando la memoria, el tiempo y el contacto físico de su creador.
La exhibición también incluye un díptico (India Song I, 2024) y un tríptico (India Song II, 2024), meritorios para el destaque. En estas piezas Peter Kramer juega con la dualidad de lo terrenal y lo intangible (lo visible vs lo invisible). Estas obras parten de elementos como la figura geométrica del circulo que representa al sol y se adentran en una dimensión subterránea y abstracta. Conectando lo real y lo imaginario en la medida que se disponen en las paredes de la galería. La diferencia entre la figuración del círculo representada a través de la raíz de la cúrcuma, a la siguiente obra, tanto en el díptico como en el tríptico, sigue un fluido camino desde el plano de gravedad de la tierra hacia las profundidades del subconsciente. Tanto Marguerite Duras en su “India Song” de 1975 como Peter exploran la fina línea entre la presencia y la ausencia, y nos invitan a reflexionar sobre lo que se oculta tras las apariencias, tras la superficie, dando lugar a nuevas experiencias que apuntan a lo visible sin olvidar lo intangible.
En parte del espacio expositivo, el artista utiliza la raíz de cúrcuma tanto como instrumento como pigmento, aplicándola directamente sobre el delicado papel de seda. Esta elección simbólica establece un delgado pero significativo vinculo de nuevo con la película de Marguerite. La planta originaria de la India Oriental evoca una memoria cultural exótica, aludiendo como Duras a una “India” imaginada, un lugar que no existe mas allá de la ficción. Peter encarna en el pigmento natural lo nostálgico y lo intemporal cargando a la obra de una “memoria ficticia”, es decir trasladando al presente un espacio de introspección intangible, una proyección imaginaria que cobra vida a través de la creación artística. En “La poética del espacio” (1957) de Gaston Bachelard, veo la conexión con esta nueva obra de Kramer, examinando cómo los objetos comunes (como el martillo o los pigmentos) pueden simbolizar mundos enteros de memoria y significado. Para Bachelard, los objetos y materiales que empleamos contienen capas de historia, y tanto el uso que hace de estos elementos Peter como Duras, con años de diferencia, puede verse como una poética de la intimidad y una retórica de la memoria.
Se podrían mencionar más referencias en relación con el autor y las obras de esta nueva exposición de la Galería Manolo Eirin, pero para concluir, me gustaría mencionar las intervenciones de Gordon Matta-Clark en las que el artista cortaba y abría estructuras revelando el "interior" escondido de los espacios expositivos. Este enfoque de deconstrucción y revelación de lo oculto se asemeja a la forma en que Peter Kramer persiste en sus descubrimientos sobre el "abismo" y la superficie. Esta tensión entre lo ilimitado y lo contenido en los dibujos genera una especie de ‘constelación’, como decía Benjamin, capaz de conservar una profundidad y un misterio que nos induce a la introspección instintivamente.
Manuel Tuset
“Uno más uno es diferencia, secuencia … infinidad, uno más uno es blanco y amarillo, clara y yema, vida y crecimiento, Adán y Eva, humanidad … eternidad”.
Asger Sørensen
“Pensando en el trabajo de Peter Kramer me pareció que era muy difícil hablar sobre el. En su cuerpo vertebrador se esconden muchas ironías, se disfraza bajo la “estética” la presentación del lugar dónde subyace el abismo, del vacío de la vida o del parque humano como diría Sloterdijk. Intentaría proponer entonces la imagen de una vitrina de máscaras y objetos, de imágenes lavadas y formateadas de forma tan brillante que es como si amanecieramos en una oscura pradera que nos convoca a un profundo silencio …. y aquí “la realidad”. O algo así, ahí empiezan las dificultades.
Evaristo Flórez